Los colores influyen en nuestro estado de ánimo hasta el punto de que en decoración podemos hablar de la psicología del color o, incluso, de cromoterapia. Dar en el clavo con la tonalidad precisa es muy importante a la hora de aplicar unos u otros en función del efecto que queramos provocar en cada una de las estancias.
Una de las primeras lecciones que debemos aprender cuando nos sumergimos en el mundo cromático es que los colores determinan mucho el modo en que percibimos el espacio. Dicho de otro modo, las diferentes tonalidades pueden hacer que la sensación que tengamos en una habitación sea de amplitud o, por el contrario, que parezca que nos engullen las paredes.
En este sentido, hemos de tener muy presente que los colores fríos tienden a expandir nuestro campo visual, de manera que en el caso de aplicarlos en una habitación de reducidas dimensiones puede ayudarnos a transmitir una sensación de mayor desahogo. Por su parte, los colores cálidos, más oscuros, producen el efecto contrario.
Guía de paleta de colores
Los colores también influyen en la luminosidad de las habitaciones o generar calma y reposo, propios de los tonos fríos, que, si se abusa de ellos, pueden terminar provocando una sensación poco acogedora. Al mismo tiempo, los colores más cálidos son ideales para habitaciones con poca luz natural pero ojo, también se corre el riesgo de que nos llegue a saturar. A continuación presentamos una pequeña guía de colores:
• Amarillo: tiene un efecto energizante, recordando a la luz del sol y favoreciendo la producción de endorfinas y, con ello de la felicidad, el placer. Puede ser un color muy idóneo para las cocinas, aportándonos ese plus de energía tan beneficioso para nuestro metabolismo.
• Naranja: guarda muchas similitudes con el anterior al recordar al sol y al calor; sin embargo, al ser más intenso, puede llegar a producir cierta a fatiga, rebajando los niveles de energía pudiendo ser apto para salones, pasillos y en pequeñas dosis o para las habitaciones de los más pequeños.
• Rojo: es un color de fuerza, intenso, que provoca un efecto excitante que no deja indiferente. En función de las dimensiones, puede ser ideal para comedores y cocinas, ayudando a despertar el apetito.
• Azul: emulando al cielo y del mar es el color por excelencia de la reflexión, la relajación. Junto al verde, puede ser ideal para el dormitorio, el despacho o un rincón de lectura.
• Verde: es el otro color de la naturaleza, de la vida y la fertilidad. Como sucede con el azul, tiene un efecto relajante y se adapta muy bien a la práctica totalidad de las estancias –incluido el baño-, con excepción, quizás, de la cocina.
• Violeta: otro color de la escala fría que nos transmite espiritualidad y aporta profundidad. Sin embargo, es importante no patinar con él, pues de hacerlo puede terminar desembocando en un ambiente tristón.
• Colores neutros: el blanco no es el único que podemos encuadrar en esta categoría; también el negro y el gris. Nunca pasan de moda y, cada uno en su clase, resultan elegantes y distinguidos, adaptándose a diferentes ambientes y estilos.
No es cuestión de paredes
Cuando hablamos de colores y cromoterapia resulta crucial tener en cuenta que no nos referimos únicamente al color de las paredes o el techo, sino a cualquiera de los elementos que componen una habitación, desde los muebles, a las alfombras, cortinas, etc.
Saber combinar las diferentes tonalidades cromáticas no siempre resulta sencillo, pero en manos de un experto puede, incluso, salvarnos de tener que pintar una casa, mitigando los efectos de sus paredes con estos otros elementos. La gama de colores y combinaciones es infinita, tan sólo es cuestión de dar rienda suelta a nuestra imaginación.
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