Una de las tendencias en decoración e interiorismo a las que se está prestando más atención este año es al minimalismo cálido, aquel que en la década de los 90 triunfó y que ha regresado con fuerza. El objetivo es imponer la máxima de que menos es más, pero sin que ello implique que el resultado sea frío o poco acogedor.

Esta tendencia decorativa surgió hace más de dos décadas en EEUU y, básicamente, se apoyaba en la austeridad para crear ambientes donde primara la comodidad y la sencillez. La premisa es huir de los espacios sobrecargados con un exceso de elementos, al tiempo que también huía de formas complejas.

Minimalismo es sencillez, reducir la decoración a lo estrictamente necesario, incorporando colores neutros y planos que confieren al hogar una apariencia más fresca y serena. El reto de este minimalismo es encontrar el equilibrio entre esa austeridad con la belleza y la calidez.

La mirada ecológica

A los criterios estéticos que traía consigo el minimalismo cálido se suman ahora otras dos perspectivas muy interesantes, como son la mirada ecológica y el consumo responsable. En Blues Simon Group, donde la sostenibilidad y el cuidado por el medio ambiente ocupan un lugar protagonista, la incorporación de estas dos variables a la ecuación resulta crucial.

Este componente de conciencia medioambiental procede de los países nórdicos y enriquece la tendencia surgida en EEUU en los 90, eliminando los elementos accesorios y, los que utilizamos, con perspectiva de sostenibilidad. Todo ello contribuye a generar espacios más saludables que, especialmente tras el impacto que ha tenido la pandemia, es una de las prioridades que ha escalado puestos en la mente de las personas.

Uno de los ingredientes esenciales en esta particular receta decorativa es la iluminación, que en la medida de lo posible ha de estar dominada por la luz natural, que se extienda por las estancias abiertas, entre ellas y hacia el exterior. La claridad se impone, recibiéndola y desprendiéndola, siendo nuestra mejor aliada para la calidez, por lo que huiremos de cualquier elemento que corte el paso a los rayos del sol.

El ejemplo del salón

La estancia que por excelencia es el máximo exponente de este minimalismo cálido es el salón; a fin de cuentas, es casi con total probabilidad la habitación en la que pasamos tiempo al cabo del día. Para decorarlo con un criterio de minimalismo cálido, podemos emplear materiales orgánicos como la piedra, la terracota, las maderas lavadas o fibras naturales como el lino, pudiendo incorporar incluso alguna pieza de artesanía, porque en este menos es más hay que apostar por pocos elementos, pero con alma.

Dado el nuevo enfoque ecológico, lo orgánico manda, no sólo en los materiales, sino incluso en las líneas de los muebles, con diseños suaves y colores neutros con tonos blanco, teja, beis o gris, jugando también con tonos tierra que el minimalismo de los 90 no empleaba. En determinados casos, es posible combinarlo con los textiles de estampados étnicos que dan un punto de frescura y, de alguna manera, nos llevan de vuelta a la naturaleza.

Los acabados brillantes o que parezcan demasiado artificiales juegan en nuestra contra en una decoración que fusione minimalismo y calidez, incluso, cuando se trata de las paredes, para las que bien se puede recurrir al hormigón o la madera hasta el techo. Finalmente, podemos cerrar el círculo de lo natural con la incorporación de alguna planta, que mantiene el nexo con el entorno y nos aporta beneficios saludables, destacando para interiores la kentia, el ave del paraíso o la sansevieria, entre otras.