Fibrocemento sin amianto

Hablar de fibrocemento puede encender las luces de alarma por los efectos dañinos que durante mucho tiempo han tenido las construcciones que lo contenían. Sin embargo, el fibrocemento en sí mismo no es tóxico; sí lo es en cambio el amianto con el que se producía, pero a día de hoy las construcciones que lo emplean han eliminado por completo este componente cancerígeno.
El asbesto o amianto es una fibra natural que durante años se utilizó en la construcción porque se desconocía su toxicidad. En la actualidad, el fibrocemento que se emplea en las construcciones está totalmente libre de partículas de amianto, de manera que no representa ningún riesgo para la salud y sí muchas ventajas.
El fibrocemento sin amianto, fabricado con cemento Portland, que se mezcla con sílice reforzado por fibras orgánicas y sintéticas junto a aditivos aglomerantes y agua, es especialmente idóneo para revestimientos de todo tipo (interiores y exteriores), mampostería y paredes cielorrasos, entre muchos otros.
Las fibras más empleadas son:
Las de vidrio, para mejorar las características físicas del hormigón y evitar su agrietamiento.
Las de polipropileno, para mejorar las características mecánicas del hormigón, con una mayor durabilidad que las de vidrio o acero.
Las de acero, que pueden ser en frío, para aumentar la resistencia y capacidad de carga del hormigón; o pegadas, que se utilizan sobre todo para tubos de hormigón.

Sencillo, rápido y limpio
Una de las grandes ventajas que tiene el fibrocemento sin amianto es su ligereza, que simplifica extraordinariamente la ejecución en obra. Las placas de fibrocemento son muy manejables y se pueden cortar y perforar con facilidad, haciendo muy sencilla su instalación, que puede realizarse en seco.
Además de esta versatilidad y variedad de colores gracias a la incorporación de pigmentos en su composición, es resistente a la lluvia e ignífugo, lo que aporta mayores niveles de seguridad a la vivienda.
Asimismo, no podemos obviar que resulta un material muy económico respecto a otros, lo que unido a su manejabilidad y los ahorros de tiempo de hasta un 70% puede revertir de manera muy positiva en nuestro bolsillo. Tales son sus ventajas que, aunque inicialmente se destinaba sobre todo para el exterior, dejando las placas de yeso para el interior, cada vez más desplazan a éstas, encontrándolas en cualquier estancia.

Las placas drywall
Uno de los usos más generalizados en la actualidad del fibrocemento sin amianto es utilizarlo como placas, en lo que se conoce como drywall. Se trata de paneles que se fijan a una estructura ligera de madera o acero galvanizado. Con ellas se pueden levantar paredes divisorias o muros no estructurales.
El mayor hándicap que tiene este tipo de construcción, conocido como liviana en seco, es la aparición de fisuras, especialmente cuando se producen cambios de temperatura. Sin embargo, estos problemas se pueden evitar, en primer lugar, utilizando materiales de primera calidad y, muy especialmente en superficies muy extensas, incluir una junta de control para que absorba cualquier pequeño desplazamiento entre las placas y no aparezcan las fisuras.
En este tipo de juntas, que siempre han de estar dilatadas, además es recomendable utilizar masilla elástica y, por supuesto, limpiar muy bien la superficie de las placas de fibrocemento antes de su colación para que no haya partículas de polvo y otros residuos.
Por otro lado, falsos mitos que venían asociados a este tipo de materiales, como es el que afirmaba que no podían anclarse a estos muros objetos de mucho peso como un televisor, han pasado a mejor vida, puesto que hoy en día y gracias a los tornillos mariposa, especialmente diseñados para drywall, las placas de fibrocemento pueden soportar hasta 30 kg de peso con ayuda de un simple taladro.