Hace unas semanas abordamos la importancia de la iluminación en nuestros hogares, aportando una pequeña guía básica sobre los tipos de iluminación y cómo utilizarlos en función de nuestros propósitos. Conocedores de esa clasificación, hoy queremos dar un paso más allá, aportando algunos consejos a la hora de comprar una lámpara.
Es evidente que la lámpara, en estancias como un salón o un dormitorio, cumplen un papel estético esencial, por lo que siempre debemos de cuidar que su estilo sea coherente con el resto de la decoración de la estancia. Así, no parece lo más recomendable colgar una araña de cristal en un salón repleto de muebles rústicos. En realidad, es pura lógica de interior.
Del mismo modo y teniendo en cuanta que uno de los grandes puntos focales de atención en las estancias se encuentra en sus lámparas, el tamaño sí importa. En este sentido, siempre es preferible pecar de lámpara pequeña que de excesivamente grande, dado que de ser así podría resultar agresivamente invasiva.
Funcionalidad por habitación
Más allá de las consideraciones estéticas, no podemos perder de vista que la funcionalidad es primordial. Y esta funcionalidad, no sólo va aparejada a la iluminación que proporcione, también a otros factores que, dependiendo del tipo de habitación, pueden variar.
Las habitaciones infantiles sirven de perfecto ejemplo para ilustrar lo que queremos decir. En ellas ha de primar la seguridad y eso nos lleva, inevitablemente, a huir de todo lo que pueda entrañar peligro, como luminarias que se recalienten o tengan poca estabilidad y puedan caerse.
Por el contrario, un salón nos dará mucho más juego, tal y como vimos en anteriores artículos, en los que hablábamos incluso de la proporción ideal de jugar con hasta cinco puntos de iluminación para jugar con iluminación general, de ambiente o focal.
Cantidad de luz
Llegados a este punto, abordamos una de las cuestiones más complejas y sobre la que más errores se comenten. Saber seleccionar correctamente la cantidad de luz que necesitamos. La equivocación más extendida es asociar la potencia de la lámpara con la cantidad de luz que nos proporcionará. Esta circunstancia no siempre se da, hasta el punto de que podemos encontrar lámparas con menos watios que iluminen mejor que otras de mayor potencia.
La clave está en los lúmenes (lm), que es la unidad con la que se mide la cantidad de luz que emiten las luminarias. Fijarse en ello, especialmente ahora que se han extendido las lámparas LED, es básico. En los establecimientos en los que se adquieran las lámparas seguramente encontremos el mejor asesoramiento, puesto que en función de la superficie de la estancia que queramos cubrir y del tipo de iluminación que busquemos, existen unos valores preestablecidos que sirven de guía.
Así, para la iluminación general de un salón de unos 20 metros cuadrados nos moveremos entre los 3.000 y los 4.000 lm. La habitación que vayamos a iluminar es una variable que determina la intensidad y a igualdad de superficie variará la cantidad de lúmenes. Cojamos como ejemplo un comedor y una cocina que, en ambos casos, cuentan con 10 metros cuadrados de superficie. Mientras que en el salón los valores de referencia se mueven en la horquilla de 1.500-2.000 lm, para la cocina la ampliamos hasta los 3.600-4.000 lm movidos, lógicamente, por la necesidad de requerir más iluminación para la manipulación y cocinado de los alimentos.
Abanico de posibilidades
Conocidos estos factores, toca elegir tipos de lámparas y, en este sentido, el abanico de posibilidades es muy amplio, por lo que podemos encontrar en un diseñador de interiores a nuestro mejor aliado para no errar con la elección.
Podemos encontrar desde las lámparas colgantes más convencionales, que durante mucho tiempo fueron las reinas de la iluminación general decorativa situándose en el centro de la habitación, a las lámparas de techo y de pared, que son ideales para crear una iluminación ambiental.
Además de las lámparas de mesa, no podemos olvidarnos a las que han ganado mucho terreno en los últimos años gracias a sus atrevidos diseños: las lámparas de pie. Este tipo de luminarias han conseguido robar el protagonismo de antaño a las lámparas colgantes, aportando a la decoración general, incluso, cuando están apagadas.
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