La importancia de innovar en la empresa lleva años encima de la mesa, siendo en muchas ocasiones parte de un discurso de buenas intenciones más que un hecho real. ¿Están realmente preparadas las empresas para innovar? ¿Qué entienden por innovación?

En primer lugar, para entender lo que realmente implica innovar es preciso diferenciar esta acción de lo que comúnmente entendemos como I+D (Investigación + Desarrollo). Mientras ésta última se encuadra en el ámbito de los laboratorios e ingenierías, la innovación trasciende esas barreras y entronca directamente con la espina dorsal de la organización. Innovar no sólo implica crear nuevo o hacer algo de una manera distinta, sino también mejor. 

Ámbitos de actuación

Simplificando el escenario para hacerlo más comprensible, podríamos reducir los ámbitos de actuación de la innovación a dos grandes ámbitos:

  • Productos y Servicios. Es el que viene a la mente de manera automática, el que visualiza la comercialización de productos y servicios con nuevas cualidades, más funcionalidades o un mayor alcance.
  • Organización. Es el que puede pasar más inadvertido y que, sin embargo, el que puede tener un mayor impacto positivo en la organización. Consiste en adoptar nuevos métodos en diferentes áreas de la empresa (fabricación, distribución, logística) o, incluso, en el mismo modelo de negocio. Cambiando las maneras de hacer las cosas, sumergirse en estos procesos, puede traer consigo grandes mejoras de productividad, eficiencia y ahorros de costes.
Innovación

Tipos de innovación

Los expertos en innovación identifican tres grandes tipos:

  • Individual. Se relaciona con uno de los factores indispensables para que este tipo de estrategias triunfen: crear una cultura de innovación en la empresa. Sólo de esta manera los trabajadores se sienten parte del proceso, ven estimuladas sus dotes de creatividad para emprender nuevos proyectos y generar ideas. Para ello es muy importante establecer una comunicación horizontal con la plantilla, reforzando su compromiso con la organización.
  • Continua. Una empresa puede innovar o ser innovadora. La diferencia consiste en que en el primer caso puede tratarse de un hecho puntual; el segundo, en cambio, es una característica. Para alcanzar esta innovación continua es preciso realizar un seguimiento, medir los resultados y mantener esa creatividad.
  • Disruptiva. Supone una auténtica revolución y es la que se da en menor número de ocasiones. Puede llegar a derivar, incluso, en la creación de una nueva industria o un cambio tan drástico en sus estándares que dé un giro copernicano al negocio entero.

Transformación digital

Con la radiografía dibujada hasta ahora, podemos deducir que los efectos de los procesos de innovación pueden darse tanto a nivel interno como externo, es decir, producir cambios en los procesos internos de la organización o bien en el producto o servicio que llega al consumidor o cliente. 

En cualquiera de los dos casos, no se trata de innovar por innovar, sino que es preciso tener muy presente para qué. En este sentido, resulta crucial realizar un análisis previo de nuestras fortalezas y debilidades empresariales, pudiendo aplicar la innovación en ambos frentes.

Una de las actuaciones que más se está llevando a cabo son los procesos de transformación digital, que alcanza a toda la empresa y en la que, en muchas ocasiones, es preciso buscar colaboradores externos. 

Incentivos fiscales

Por otro lado, las ventajas de innovar van más allá de los efectos que pueda tener en materia de productividad o eficiencia: puede llegar a suponer importantes beneficios fiscales. Así se recoge en la Ley del Impuesto sobre Sociedades, que contempla diferentes deducciones en función de la fase del proceso de I+D+i. 

Los expertos aseguran que conjugadas ambas líneas de actuación, esto es, I+D e innovación, es posible obtener hasta un 59% de deducción sobre gastos directos de I+D y hasta el 12% en Tecnologías de la Información (TI). Resulta indiferente el sector, tamaño o facturación anual, con la ventaja añadida de que no sólo es posible imputarse en 18 años, sino que también se puede transformar en dinero en metálico.