¿Qué son?
Un falso techo, también conocido como techo suspendido o registrable, es un elemento constructivo que se instala a una distancia inferior del techo original, reduciendo la altura de las estancias. Por lo general, se emplean materiales prefabricados como la escayola, el yeso laminado o el aluminio, entre otros.
¿Para qué sirven?
Son diferentes las utilidades que se les suele dar; el uso más habitual es ocultar a la vista los conductos del sistema de calefacción/refrigeración, así como de instalaciones eléctricas. Sin embargo, en los últimos años y a medida que se han ido introduciendo mejoras en el Código Técnico de Edificación (CTE), los techos suspendidos han ido sumando otras funcionalidades prácticas, como es el cumplimiento normativo de los requerimientos acústicos y térmicos exigidos. Todo ello con la ventaja añadida de que, gracias a la innovación de materiales, se logran diseños cada vez más atractivos.
¿Son todos iguales?
No, claro que no lo son. A grandes rasgos, podemos dividir en dos las clases de falsos techos: por un lado, los techos continuos y, por otro, los modulares. En el primero de los casos, los materiales que se utilizan habitualmente son las placas de yeso laminado o la escayola, juntando las piezas unas con otras mediante cinta y pastas de manera que el resultado es una superficie uniforme.
Por su parte, los techos suspendidos modulares, si bien en ocasiones también recurren al yeso laminado, por lo general emplean materiales más innovadores y variados, desde metal a fibra o, incluso, viruta de madera.
En función de las necesidades y la estética se optará por uno u otro, pues dependiendo de las circunstancias proporcionarán distintas funcionalidades y rendimiento acústico y térmico. Por otro lado, la inversión en I+D de materiales de los últimos años ha dado como fruto novedades como las placas de escayola laminadas en vinilo, que abren un amplio abanico de posibilidades en ambos tipos de techos suspendidos.
¿Cuáles son sus ventajas?
Algunas de las características pueden ser comunes, como son una estética más bonita al ocultar instalaciones eléctricas y de refrigeración o el hecho de que propicien una reducción en el consumo eléctrico por parte de los aparatos de aire acondicionado, mejorando además la acústica.
Al mismo tiempo, cuando se produce una avería, ya sea eléctrica o de refrigeración, la facilidad que proporcionan estas instalaciones frente a las convencionales son extraordinarias, pues resulta muy sencillo acceder al punto concreto de la incidencia.
Otras ventajas, en cambio, vendrán directamente aparejadas al material por el que hayamos optado para nuestro techo suspendido. De este modo, los techos metálicos no sólo son los más duraderos sino que, además, precisan mucho menos mantenimiento que otros. En este sentido, tendremos que ser sabiamente asesorados por los especialistas porque no es lo mismo un falso techo en un salón que en un cuarto de baño, donde las condiciones de humedad y temperatura son muy distintas.
A nivel de iluminación, un falso techo también puede contribuir a reducir la factura mensual, pues ayuda a reflejar la luz y, por tanto, requerir un menor número de luminarias.
Por otro lado, la higiene y salubridad también se ven mejoradas. Gracias a una concienciación creciente en lo que se refiere al respeto por el medio ambiente, los materiales cada vez son más sostenibles al tiempo que repelen la suciedad o, incluso, son lavables.
¿Se requiere ayuda profesional para su instalación?
La respuesta es sí, porque los profesionales son los más indicados tanto para la elección de materiales como para sacarles el mayor provecho en su instalación. Además, es preciso tener en cuenta que los falsos techos a menudo soportan cargas extraordinarias de ventilación o de ciertos tipos de luminaria, lo que precisa de la supervisión de un experto, que habrá de prestar especial atención a los cuelgues y anclajes del techo (respetando especificaciones del fabricante) para hacer un reparto racional del peso.
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