Este mes –desde el pasado día 8- ha entrado en vigor la directiva europea 2013/59/Euratom, aprobada hace cuatro años cuya fecha tope para su trasposición en España era este mismo mes de febrero. La directiva no sólo afecta los gobiernos de la Unión Europea (UE), sino también a los códigos de edificación.
A partir de la entrada en vigor de esta nueva directiva europea, los gobiernos están obligados a realizar mediciones de radón y mitigar su concentración en los que casos en los que se superen los 300 becquerelios por metro cúbico, la unidad de medida utilizada con este gas. La directiva podría haber sido más exigente, dado que la Organización Mundial de la Salud (OMS) fija en 100 becquerelios el límite para el peligro (en EEUU es de 148 becquerelios)
A ello se suma, además, el impacto que también tiene en los códigos de edificación, que han de incluir medidas para las medidas necesarias para evitar la entrada de este gas en los inmuebles de nueva construcción. No sólo eso, sino que también habrán de incluir acciones para reducir la exposición en las casas ya existentes. Así aparece en la última actualización del DB-HS “Salubridad” del Código Técnico de la Edificación (CTE), que incluso contempla subvenciones para estas medidas correctoras.
Según los datos que maneja el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), el radón está presente en concentraciones peligrosas en un 10% de nuestros edificios.
¿Qué es el radón?
Se trata de un gas insípido, incoloro e inodoro que se encuentra en los subsuelos graníticos y de pizarra porque las rocas de este tipo de rocas son ricas en uranio, que es el origen de este gas. Este gas se desintegra radioactivamente de manera natural, liberando Polonio-218 y el Polonio-214, que son peligrosos para la salud. De hecho, según la OMS, la exposición al radón es la segunda causa de cáncer de pulmón, después del tabaco.
Según el Consejo de Seguridad Nuclear, las zonas de España en las que mayor concentración de este gas de da se encuentran en Galicia (sobre todo Ourense y Pontevedra), seguidas de Castilla y León, Extremadura, Comunidad de Madrid y ciertas zonas de Castilla La-Mancha.
Durante 2017, los técnicos del Ministerio de Fomento han estado trabajando en un decreto para que el Código Técnico para la Edificación contenga las “exigencias reglamentarias relativas a la protección frente al gas radón en edificios residenciales”.
¿Por dónde entra en las casas?
La exposición de las casas al radón depende de diferentes aspectos, desde la geología local (si el suelo es granítico), al acceso y vías que facilitan la exhalación del gas en el interior o al intercambio de aire entre el interior y el exterior que, depende tanto del tipo de construcción como a los hábitos de ventilación que tenemos.
Los estudios realizados hasta la fecha revelan que las mayores concentraciones de radón en las viviendas se encuentran principalmente en los sótanos, bodegas y plantas bajas, a través de fisuras o grietas; es decir, en los elementos estructurales que se encuentran en contacto directo con el suelo. Sin embargo, existen otras vías de entrada:
- La solera: se trata de la pieza de madera sobre la que se levanta el techo, situada en la parte superior de los muros.
- Los muros exteriores: a través del interior de su cámara de aire.
- Los sótanos: sus muros y toda la red de conductos de saneamientos, junto al forjado sanitario, pueden dar entrada al gas.
¿Cómo se protegen los edificios?
En la actualidad, existen diversos mecanismos para la protección de las edificaciones ante la amenaza del radón. Una de las medidas más sencillas es el empleo de materiales aislantes, de láminas impermeabilizantes que suponen una auténtica barrera contra el radón, además de salvaguardar nuestro hogar de los rigores del tiempo.
Asimismo, es posible aplicar sistemas de extracción o presurización, con lo que es posible extraer el aire existente tanto en los cimientos como en los muros laterales. En esta misma línea, también es posible utilizar bombas de vacío, gracias a las cuales se extraen las moléculas de radón del espacio sellado.
Una cuarta opción pasa por expulsar el gas fuera de los edificios con la construcción de un pozo que actúe como arqueta de succión. Una medida que siempre habrá de venir acompañada del sellado de cualquier grieta o fisura para, de este modo, evitar que el gas vuelva a invadir nuestro espacio.
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