La iluminación juega un papel esencial en nuestro hogar y, por tanto, se ha convertido en una de las áreas más importantes cuando abordamos un diseño de interiores. La improvisación o las compras por impulso siempre son malas consejeras en este asunto, por lo que siempre es más que aconsejable desarrollar una adecuada planificación en la que se mezclen luz exterior e interior. De ello dependerá, en gran medida, la personalidad que queramos imprimir a nuestro hogar.

Por un lado, la luz natural es básica para la vida en el interior de nuestra vivienda. El trabajo previo que se haya hecho en el estudio de arquitectura no es el único a llevar a cabo para sacar el mayor partido a la luz que llega del exterior: también influirán elementos como las cortinas, los colores que hayamos seleccionado para la pintura de nuestras paredes o, incluso, la colocación de los muebles.

Asumida esta máxima, toca ocuparse de la luz artificial que, de no ser elegida correctamente, no sólo puede provocarnos un perjuicio, sino que también puede dar al traste con el esfuerzo que hayamos realizado en nuestro diseño de interiores.

Iluminación

Tipos de luz

Así pues, la luz trasciende su rol funcional y pasa a convertirse en un auténtico protagonista decorativo. En este sentido, uno de los errores más comunes a la hora de seleccionar las lámparas o luminarias es prestar atención únicamente a los aspectos estéticos de estos objetos, sin que el tipo de luz que proporciona entre en consideración. 

Para entender cuáles son los diferentes tipos de iluminación que podemos combinar, existe una clasificación básica considerando el halo de luz:

  • General: La que se instala con objeto de poder realizar la vida diaria en las diferentes estancias. Está ubicada normalmente en las zonas más elevadas de las habitaciones para, de este modo, ofrecer un halo de luz más difuso.
  • De Ambiente: Son las luces que, complementándose con la luz natural, ayudan a crear diferentes atmósferas, jugando con diferentes colores e intensidades, que nunca son muy elevadas.
  • Focal: Aquella que se dirige a un punto concreto de la sala y que, por lo general, se destina para realizar una actividad muy específica. 

Los cinco puntos

Existe una norma no escrita para iluminar correctamente una habitación: se trata de la regla de los cinco puntos, esto es, que al menos la estancia disponga de cinco puntos de luz diferentes. Esta regla aplica a las estancias cuyas dimensiones lo permitan; cuando los metros cuadrados no sean suficientes, bastará con contar con dos puntos de luz (por ejemplo, uno general y otro focal). Sea como fuere, mezclar lámparas y luminarias a diferentes alturas es una medida muy recomendable, especialmente si se quiere aportar cierto dinamismo.

La clasificación anteriormente expuesta, claro está, no es más que la punta del iceberg, porque tomándola como punto de partida disponemos de un amplio abanico de factores con los que podemos dar alas a nuestra creatividad. Entre estos factores, destaca la temperatura de la luz, es decir, si se encuadra dentro del espectro más cálido (tonos anaranjados y rojizos), más frío (tonos azulados) o neutra (blanca).

Orientaciones

La orientación de las luminarias también puede tener efectos muy positivos en nuestras habitaciones. De esta manera, uno de los recursos más habitualmente empleados es dirigir la luz hacia el techo, para que ésta rebote y se expanda por toda la estancia, proporcionando de este modo una mayor sensación de amplitud. 

Esta fórmula se puede complementar con la combinación de luces complementarias, jugando con sus luces pero también con sus sombras, llevando luces focales cuando queramos destacar algún punto concreto de la habitación o, incluso, luces meramente estéticas, como neones.