Las cocinas han ganado un mayor protagonismo en nuestro hogar en los últimos años. Cada vez se hace más vida en esta estancia que, durante mucho tiempo, estuvo algo descuidada, incluso escondida, y a la que ahora, en cambio, se presta mucha atención.

En cuanto a su disposición, se ha perdido el miedo al concepto de cocina abierta y no sólo la cocina americana se extiende, sino que toda la estancia se integra con el resto de la vivienda. La incorporación de las islas o penínsulas con taburetes altos ha tenido mucho que ver, pues crean el escenario perfecto para una copa de vino en esa primera toma de contacto con el hogar tras una jornada de trabajo. En otros casos, es una barra americana la que sirve para distinguir dos espacios –cocina y salón- marcando una perfecta transición de uno a otro.

Camuflaje

Una de las tendencias más generalizadas es la de integrar los electrodomésticos –ya conectados a internet- con el resto de los muebles de la cocina. Dónde se encuentra la nevera o el lavavajillas serán preguntas que nos formulemos con más frecuencia cuando entremos por primera vez en una cocina desconocida. Panelar los electrodomésticos, no se trata únicamente de una cuestión estética –que aporta cierta atemporalidad-, sino también higiénica, pues se facilitan las labores de limpieza.

Y siguiendo con este mismo sentido de ‘camuflaje’, los tiradores son otros de los damnificados. Muchas líneas de muebles están diseñando sus productos sin tiradores, ocultándolos o, directamente, integrándolos de manera que se asemejan más a muebles de salón que de cocina, aportando más elegancia y eliminando elementos alrededor de los cuales se acumula suciedad. Basta tocarlos para que se abran de manera automática.

Las cocinas más vanguardistas, incluso, han eliminado de la escena las campanas extractoras. La tecnología ha avanzado y ya es posible empotrarlas en el mismo techo o, incluso integrarlas en la encima  emergiendo como un telescopio submarino. Una auténtica revolución.

Cocina

Adiós al blanco

Los armarios de colores continúan encontrando su espacio en la cocina, combinando en muchas ocasiones el minimalismo del blanco con otra tonalidad más oscura o, incluso, fluorescente en los casos más atrevidos.

Otra de las tendencias al alza en la decoración de las cocinas es la transparencia, esto eso, aparadores o vitrinas que dejan ver lo que albergan en su interior, desde vajillas, a cristalerías –nunca latas de conserva o paquetes de magdalenas-.

Para los más arriesgados, la combinación de negro en los armarios de la cocina y dorado en los tiradores también está triunfando, destilando una elegancia audaz. Es un paso, no obstante, que cuesta dar y que, quizás, podemos abrazar de manera progresiva, reservando los dorados en un primer momento sólo para la grifería –el cobre ha dado paso al oro- o los elementos de iluminación.

Recuperar materiales

Por otro lado, la madera vuelve a hacer acto de presencia en esta estancia, desterrando los lacados y ese predominio del blanco que durante tantos años nos ha acompañado. ¿Qué aporta la cocina? Calidez, con toques de modernidad que son capaces de combinar vetas y acabados naturales o maderas tintadas con tonos oscuros.

En esta labor de recuperación de materiales, el mármol, sobre todo el blanco y el negro, para las encimeras regresa con fuerza. No sólo eso, sino que los azulejos vuelven a ser un duro competidor para la pintura, revistiendo las paredes, y las baldosas hidráulicas que recuerdan a los suelos de las antiguas cocinas aportan este punto vintage que sigue de moda.

Si optamos por la pintura, en la que los colores también están dando mucho juego, no podemos olvidar que ésta ha de ser antimoho y contar con un acabado impermeable. Las pinturas plásticas, en este sentido, son una apuesta segura, así como los papeles vinílocos, tan fáciles de colocar como después de limpiar.

El abanico de posibilidades es muy amplio y es que, una estancia que ha conseguido volver a ser punto de reunión del hogar, no merece menos.