El ruido se ha convertido en un factor de riesgo sanitario. Cerca del 20% de la población de la Unión Europea (unos 80 millones de personas) sufren niveles de ruido inaceptables, que terminan por provocar molestias, perturbación del sueño y posibles efectos adversos sobre la salud. ¿Estamos a salvo en casa?

Cuando pensamos en contaminación acústica en el contexto de nuestra vivienda, tendemos a pensar en los ruidos que vienen del exterior, poniendo el foco por ello en aislamientos como las ventanas. Sin embargo, se ¿presta la debida atención al ruido que procede del propio inmueble?

Y no hablamos únicamente de los sonidos procedentes de los vecinos, sino también del causado por los aparatos mecánicos, como bombas de calor, sistemas de ventilación y ascensores; o, incluso, los que nosotros mismos generamos con nuestras aspiradoras, equipos de música, televisores y otros electrodomésticos. En este confort acústico influye hasta el ruido de impacto generado por los choques y golpes en los suelos.

La problemática ha ido cobrando peso en los últimos años y cada vez son más habituales las mediciones de ruido con factores psicológicos o, como se han bautizado, los estudios psicoacústicos. A métricas tradicionalmente empleadas, como los decibelios y el tiempo de reverberación, se suman ahora las impresiones auditivas psíquicas subjetivas de las personas.

Los elementos constructivos

Cuando se diseña y construye una casa, el confort acústico debe estar muy presente y para ello es preciso atender a dos factores distintos: el nivel sonoro en el ambiente y la calidad acústica de sus elementos constructivos.

Afortunadamente, el Código Técnico de Edificación (CTE) ya incluyó normas que elevaban los niveles de aislamiento acústico exigidos, lo que derivó en mayor espesor y masa de los aislamientos más habituales, así como la incorporación de nuevas tecnologías entonces como las bandas elásticas.

Aquella medida, por ejemplo, resolvió que ya no baste con levantar un muro de medio pie de ladrillo perforado o de bloque de hormigón de 20 centímetros para separar viviendas, a menos que cuente con un trasdosado por ambas caras. En la actualidad, se van imponiendo nuevas consideraciones y, en este sentido, se apuesta más por soluciones sin juntas ni perforaciones, que tiendan a lo continuo.

Confort acústico

Pensar en el ruido desde los planos

Por otro lado, existen materiales de uso habitual, como es el caso del cristal o el hormigón, que desde el punto de vista acústico son muy complicados. En estos casos, las pautas para lograr el confort acústico han de venir del mismo diseño de la vivienda, es decir, de los estudios de arquitectura que han de procurar un diseño absorbente.

Si la vivienda ya ha sido concebida sobre el plano para reducir la contaminación acústica al máximo, siempre saldrá mucho más económico que tener que introducir modificaciones estructurales a posteriori. En este sentido, la inversión inicial puede subir ligeramente, pero a la postre será inferior que estar obligado acometer correcciones posteriores.

Mobiliario absorbente

La receta para lograr el confort acústico en nuestro hogar no pasa únicamente por un diseño y construcción de la vivienda adecuados, sino que nosotros mismos podemos poner de nuestra parte.

Desde el punto de vista de la decoración, ya se comienza a hablar de mobiliario acústico, es decir, de elementos ornamentales que mejoran extraordinariamente la acústica interior de una estancia.

En este sentido, contar con una asesoría externa puede ser de gran ayuda, pues son los profesionales de la decoración quienes no sólo utilizan los elementos de mobiliario para adornar, sino que los convierten en protagonistas a la hora de articular espacios.

Cuadros que absorben el ruido ambiental, mamparas, biombos, pufs o estanterías son elementos que pueden adquirir una funcionalidad más: la de absorber el ruido. Asimismo, los textiles también juegan un papel fundamental a la hora de amortiguar los sonidos, con alfombras de pelo o cortinas tupidas en las ventanas.